Fantasio (1992): Comentarios

El escultor Alfonso Díaz con Fabio Martínez
Fantasio de Fabio Martínez

Por Antonio del Valle Ramón
Profesor de la Universidad del Atlántico
Revista Huellas, Universidad del Norte, Barranquilla, diciembre 1992.

La realidad, que puede ser histórica o cronoquizada de acuerdo al tiempo con que la aborda el sujeto observador y la escriba en forma de ficción o de texto de historia, ha sido y es una de las preocupaciones del hombre, amén de las otras o ésta si el pensamiento es primero que el ser o el ser primero que el pensamiento.
Una de las buenas acusaciones lanzada por la ficción a la Historia es hecha por Edward Morgan Forster, excelente novelista inglés, cuando en una conferencia recogida en el libro titulado «Aspectos de la novela», dijo lo siguiente: «Porque las relaciones humanas, cuando las contemplamos en sí mismas y no como adorno social, vemos que están dominadas por un espectro: excepto de una manera precaria, no nos entendemos entre nosotros, no sabemos revelar nuestro interior, ni siquiera cuando lo deseamos; lo que llamamos infinidad no es más que algo improvisado; el conocimiento perfecto es una ilusión. Pero en la novela (cuentos, en el caso que nos ocupa) podemos conocer a las personas perfectamente y, aparte del placer normal que proporciona la lectura, podemos encontrar una compensación de las oscuras que son en la vida real. En este sentido, la ficción es más verdad que la Historia, porque va más allá de lo visible, y cada uno de nosotros sabe por propia experiencia que existe algo más de lo visible...»
Fabio Martínez, con su volumen de catorce cuentos, nos da un buen informe de un pedazo de la realidad, múltiple como es ella, congestionada, sufrida, alegre, trabajadora, rumbera, asesina, vivida, pensante, etc., como es la colombiana. Pero nos la entrega desde el otro lado. o de uno de esos lados. O para decirlo en el lenguaje cortazariano, desde la otredad.
Fabio Martínez escogió como método la ficción y como medio a Fantasio, título de su volumen de cuentos, para contarnos sobre esa substantividad. Substantividad válida, al igual que cualquier noticia, o testimonio o reportaje o discurso o crónica o texto de historia. Recordemos que cuando el «superman» de la política norteamericana Henry Kissinger vino al país en función de su cargo de Secretario del Interior, para saber a dónde venía y con quiénes iban a conversar, previamente se leyó «Cien años de soledad».
Catorce cuentos que nos hablan del colombiano-caleño que, entre elegir un arma y apretar un gatillo para matar a un compatriota, prefiere hacer el amor con Violeta, bailar un guaguancó triste de Richie y tocar un clarinete como lo hace Leyton en «Un clarinete para Leyton». Cuento en donde se pasea el espíritu de Johnny, el protagonista de «El perseguidor».
O ese otro cuento, «La pagoda del humo», en que el personaje nos dice de las noches colombianas-bogotanas lo siguiente: «Era una noche fascinante, llena de tonos azules y violetas, y traía envuelta en su interior un aroma tibio y excitante que invitaba a algo maravilloso». Esta frase es un sentir en el escritor, es un ver, y en el lenguaje de Forster es la metodología de la ficción que nos hace encontrar una compensación de lo oscuras que son en la vida real las noches nuestras.
En esta misma narración el personaje nos hace una patética evaluación de dos generaciones de colombianos, la de los sesenta y la de los ochenta. Evaluación que desborda la sociología. El personaje nos dice: «Para aclarar mejor la luz de diferencia existente entre La Pagoda de los sesenta y La Pagoda de los ochenta, no es necesario aguzar demasiado las neuronas y hacerse a un panorama claro: Mientras a la primera iba gente fresca y descomplicada, a La Pagoda de los ochenta llegaba gente plástica y aconductada que, como dicen los semiólogos, no tenían un «discurso propio y coherente». Desde el punto de vista de las ideas, la gente de los sesenta podía tener un alma naif Idealista y arquerosamente romántica, pero jamás podría compararse con aquel espíritu materialista, propio de La Pagoda de los ochenta, donde la vida era puro business, sexo y teología del Burger King».
En todo el volumen el lector atento nota los paradigmas literarios de Fabio Martínez. El mejor Hemingway en el cuento «Alfredo von Kaspa Salazar bailaba como un anfibio». Tomemos una frase para ilustrar la afirmación: «Le había dicho una noche a mi amigo Alfredo von Kaspa Salazar: Me voy a suicidar».
Asimismo, en el texto titulado «Concierto celestial de fin de siglo» se percibe el de Truman Capote intitulado: «Vuelta nocturna. O cómo practican la sexualidad los gemelos siameses».
Sin embargo, el personaje de estos cuentos es la noche nuestra, calurosa, lasciva que puede ser cómplice para el amor como también para matar. Igualmente la música que tiene la magia de juntar dos cuerpos y predisponerlos para la pasión. Como sucede en el cuento «Con las rubias no hay manera», el personaje nos dice «... y, no había terminado de hablar, cuando la rubia me arrastró hacia la pista. "Vas a ver—me dijo— cómo bailamos de bien" y. al verme enlazado por susbrazos. sentí un malestar delicioso que me iba recorriendo todo el cuerpo, y me iba dejando como un muñeco perdido en medio de la noche».
Este es un libro de cuentos para triunfar. Su autor es un estudioso de las letras y un creador. Tiene un postgrado en Letras latinoamericanas de la Universidad de la Sorbona, París. Además, avala esta edición el igualmente escritor Umberto Valverde, y goza del respaldo de la Universidad del Valle, entidad respetable en el ámbito académico y científico del país.


Fantasio

Por Boris Salazar
Periódico La Palabra

No es lo que ustedes se imaginan. No se trata de la fiesta, de la salsa, de las noches de aguardiente y faldas muy cortas en sitios llenos de humo y música antillana. La rumba —tal como aparece en Fantasio— pertenece al registro del mito. Un mito con sus grandes sacerdotes, sus santos, sus demonios, sus espacios sagrados, sus lenguajes, sus códigos secretos. Hay culos redondos, por supuesto, y rubias del profundo Norte que bailan como hemos soñado que deberían bailar las rubias que vienen desde ese mítico lugar (¿por qué siempre el mito del Norte en estas historias?), y coperas de hace treinta años que se encuentran, muchas puñaladas, amantes y madrugadas después, en el cielo para continuar un diálogo que sólo ellas dos podrían sostener, ingenuas fiestas de familia que terminan en grescas ejemplares, intelectuales solitarios que no pueden huir de su condición de prisioneros de alguna psicoanalista lacaniana de la Universidad de Antioquia.
Pero este mundo que todos creemos conocer o, al menos, intuir, adquiere en Fantasio otro carácter: el de un espacio mítico en el que héroes sin otro destino que el de rumba deambulan en búsqueda de algo que ninguno conoce porque pertenece al terreno de lo sagrado, de lo que no puede decirse. En un clarinete para Leyton —quizás el mejor relato de este volumen—, el diálogo no es, tanto con el viejo Leyton, como con la muerte y con todo aquello que Leyton no quiere, no puede decir: con el deseo que tiene nombre de mujer —¿Viola? ¿Violeta?, con la muerte que tiene forma de clarinete, con Jack que es él mismo Leyton, con el tiempo que lo ha dejado atrás, con el barrio... Como Leyton, los otros personajes de Fantasio caminan así por el leve espacio de la rumba: siempre unos días atrás, a mitad de camino entre la nostalgia, la nada y el azar de la medianoche, no muy seguros de estar vivos, sin correr ningún riesgo porque lo que les iba a ocurrir ya les ocurrió en otro lugar, en otro tiempo, que nosotros no conoceremos, porque sin ese secreto estos cuentos perderían buena parte de su encanto y pasarían a ser simples anécdotas



Fantasio

Por Sonia Truque


En el grupo de escritores nacidos en los años cincuenta el trabajo de Fabio Martínez ocupa un lugar destacado. Nacido en Cali, tiene un posgrado en Literatura Hispanoamencana de la Universidad de la Sorbona y actualmente es profesor de literatura en la Universidad del Valle, donde dirige el periódico La Palabra.
Su novela Un habitante del Séptimo Cielo, publicada por Ulrika Editores en 1988, anunciaba su voluntad de ruptura y se presentó como un escritor muy moderno, dinámico y cargado de humor. En la novela, el narrador en primera persona despliega a París, en una cartografía (que si bien puede ser constatada por cualquier transeúnte) no deja de tener su lado imaginario, producto de la alucinación de las vicisitudes del joven protagonista, emblemático de los colombianos que a finales de los 70s decidieron hacer la experiencia de Europa, donde la «resistencia» en París vivida como viaje iniciático lo confronta con el desarraigo.
Martínez inaugura en la literatura del país una manera de decir, algo recuerda los cuentos del catalán Quina Monzó, que tiene que ver más con la ironía, se despoja de la grandilocuente retórica fría y andina que aún se percibe en algunos textos colombianos.
Fantasio, reúne catorce cuentos que rinden homenaje a un bar del mismo nombre muy famoso en Cali, hacia 1952. El tema que los convoca es la salsa, nuestro ritmo afrolatino. Si bien el tema no es nuevo, escritores como Humberto Valverde, Oscar Collazos ya lo habían abordado, a Martínez le sirve de pretexto para nombrar la ciudad, la ciudad de su infancia, su territorio de la memoria, y también para enunciar el exilio interior que viven esos personajes desesperanzados en una ciudad que resuelve la angustia en el baile.
En estos textos Fabio Martínez demuestra dominio en la técnica del cuento breve, en el que la capacidad de condensación con base en escasos elementos puede adquirir la misma fuerza y sugestión de textos más largos. Son como instantes de Vida que informan ampliamente del pasado y presente de sus personajes.
El libro se lee fácil, como sin damos cuenta. El autor ha querido mostrarnos estos momentos de vida sin profundizar demasiado, sin honduras sicológicas, buscando que en las situaciones más complicadas esbocemos una sonrisa. Esto que para algunos puede ser un defecto, en Martínez tiene que ver con su actitud Indica y desenfadada. Sus temas son fiel reflejo de lo urbano, que todos conocemos, en el cual se ha desarrollado una infinidad de nuevos imaginarios suficientemente arraigados como para dar lugar a historias y cuentos como los que contiene el libro.
Ironía y humor recorren cada uno de sus cuentos. Un humor que posee una espontaneidad a medio camino entre el cine y los comics, y que es capaz de sostener el interés de cada historia gracias al distanciamiento sutil que sabe crear. A este nivel Fantasio es un logro, un logro que tiene que ver con nuestra identidad. La salsa y la noche van juntos para hablar de hombres y mujeres inacabados, tan inacabados como lo estamos todos.