La búsqueda del paraíso (2003): Comentarios



El paraíso recobrado de Jorge Isaacs

Por Hernando Urriago Benítez
Revista Gaceta El País

Jorge Ricardo Isaacs Ferrer fue el autor de la primera gran novela colombiana donde con su pluma romántica inmortalizó a Efraín y María, dos jovencitos de la sociedad patriarcal del siglo XIX, la misma que en su decadencia, gracias a las guerras y a la desesperanza, resolvió el destino del amor novelesco con la muerte de la heroína y con la quiebra económica de la hacienda del Gran Cauca.
Luego de su publicación en 1867, María mantiene innegable actualidad. Ha superado, como toda obra maestra, críticas miopes, incineraciones y hasta aquel Proceso Diana en el que Hernando Téllez y Jorge Gaitán Durán, entre otros, la condenaron por “sensiblera” e “irreal”.
En el polo opuesto, los elogios, las nuevas lecturas y las ediciones críticas, así como una constante aunque incompleta referencia historiográfica a su autor, siguen confirmando la grandeza de sus páginas; la misma grandeza que atraviesa la vida y la obra del escritor vallecaucano, víctima, como su obra, de las grandes contradicciones del siglo XIX en Colombia.
La aparición del libro La búsqueda del paraíso. Biografía de Jorge Isaacs (Planeta, 2003), del escritor y profesor Fabio Martínez, propone un reconocimiento integral del narrador, poeta, político, caudillo y etnógrafo que fue el padre de María, a través de la afirmación histórica y del prisma ficcional propio del estilo del buen novelista. Estamos, pues, ante la biografía novelada de aquel “león herido del Valle” que asumió la vida como búsqueda fatal del edén imaginario en medio de las tribulaciones, las guerras, la fama, la difamación y la tragedia de la pobreza que le garantizaron la gente y la maledicencia de su tiempo.


 El paraíso: origen, fundación y desgracia
Los seis capítulos del libro se ocupan de los orígenes y del tránsito literario y político de Jorge Isaacs. En el primero, “George Henry Isaacs descubre el paraíso”, el protagonista es el padre. Aquel judío inglés de origen sefardí vino a Colombia en 1821, aleccionado en Jamaica por el mismo Simón Bolívar para que se atreviera a visitar la República y, de paso, confirmar la intuición del Edén compartida no sólo por el Libertador sino también por Colón y el barón Humboldt.
El primer Isaacs entró a Colombia por Santa Marta. Desde allí emprendió una travesía que lo llevaría del centro al occidente del país, concretamente a la despiadada selva del Chocó, para explotar las minas de Certegué, Nóvita y El Raposo, destellos que para él representaban la intuición del paraíso. No obstante, reveses de fortuna hicieron que abandonara la minería y creara un almacén de ultramarinos en Quibdó. Allí compraban las mejores familias de la región y del Valle, y fue gracias a sus ansias de riqueza y al comercio que conoció en su almacén –que terminó arrasado por el fuego-- a Manuela Ferrer Scarpetta, señorita de Santiago de Cali, villa a la que George Henry irá para fundar el paraíso.
Sin embargo, como se advierte en “La fundación del paraíso”, segundo capítulo de la biografía, los esfuerzos de George Henry Isaacs por materializar el paraíso en el trópico fueron de la ilusión a la derrota. La familia Isaacs-Ferrer, afincada en la casa de El Peñón, vio cómo la hacienda Manuelita y la casa de La Sierra (novelada por Isaacs en su relato), que prometían ser el paraíso mismo sustentado en el amor por la tierra y en la caña de azúcar, sucumbieron ante los malos negocios del padre y los embates de las guerras intestinas entre conservadores y liberales. El resultado: alcoholismo y cirrosis en George Henry Isaacs; desesperanza en Manuela Ferrer Scarpetta; beligerancia política e inteligencia literaria en Jorge Isaacs, a quien vemos naciendo el 1° de abril de 1837, yendo a Santa Fé de Bogotá en 1864 –para ser saludado como poeta por el grupo de El Mosaico--, integrando el liberalismo radical, viendo cómo la hacienda familiar era rematada a favor del señor estadounidense Santiago M. Eder, y escribiendo los capítulos iniciales de María en la región de La Víbora, en Dagua, cuando era subinspector de caminos del gobierno de Mosquera.


Entre el edén imaginario y la pobreza
Según escribe Fabio Martínez, “la pérdida del paraíso representó para Isaacs no sólo la pérdida de un mundo patriarcal que ya no volvería, sino también su propia redención como escritor, como político, como educador y como etnógrafo”.
En los capítulos siguientes, “Del edén imaginario al infierno de la guerra” y “Jorge Isaacs descubre nuevos mundos”, el biógrafo sustenta ese parecer mediante un viaje hermenéutico por las relaciones entre los referentes histórico-sociales y literarios que padeció Jorge Isaacs desde la publicación de María en Bogotá, hasta la antesala de su muerte en Ibagué, el 17 de abril de 1895, en casa alquilada por su amigo Emiro Kastos.
Detrás del Isaacs novelista se erigía el león guerrero al que el cúmulo de contradicciones de la época condicionaron para la lucha partidista, el caudillismo, la coherencia –extraña en los políticos colombianos—entre los principios y la praxis, y también para asumir a costa de sí mismo el ensalzamiento y el olvido.
Hallamos no sólo al Isaacs que continuó en la realidad ficcional la búsqueda edénica de su padre en la feroz realidad cotidiana, sino también al etnógrafo que descubrió, emulando a Manuel Ancízar y a Agustín Codazzi, los terrenos de La Guajira y de El Cerrejón, actitud modernizadora de hondo impacto para la futura economía del país. Encontramos a Isaacs, como dijo Alfonso Reyes a propósito de los grandes hombres, en un “pacto cruel e inhumano” con “las fuerzas de tierra y cielo”: exaltado en el teatro Colón de Bogotá; disputado en Antioquia como poeta de esa “patria”; ilusionado con la educación laica y el
Estado Federal en Colombia; lector de Sarmiento, viajero incansable, crítico de su tiempo; derrotado en el Congreso, empobrecido y repudiado, burlado, satanizado por la aristocracia vallecaucana, prototipo, como afirma Martínez, de la “indigencia de nuestra inteligencia”.


La muerte y el paraíso recobrado
 Los dos capítulos finales, “La muerte de Elvira y el amor por María” y “Post mortem: virtudes y tribulaciones de una novela”, trazan la fraterna relación que hubo entre José Asunción Silva, su hermana Elvira y el mismo Isaacs, así como un recorrido por la suerte y los exabruptos cernidos sobre la novela romántica.
Isaacs, que pidió a sus amigos ser enterrado en Medellín, fue muerto, según Martínez, por “la sociedad pacata e intolerante de la época”. Sumido en la pobreza, con ocho hijos a cuestas, sin poder terminar su novela Camilo –en homenaje al Libertador--, desprovisto de territorio posible diferente al Edén que fundara gracias al poder de la ficción, el autor caleño amó y detestó al Valle del Cauca.
Escrita por un novelista, lo que implica ir más allá del marco a veces atosigante y vertical del discurso histórico, la biografía de Jorge Isaacs es un libro necesario para comprender no sólo la praxis vital y literaria de su protagonista, sino para abrir la lectura de María hacia otros horizontes, relacionándola con el contexto político-social (bien dibujado por Martínez) desde el que fue escrita, así como para entender que luego de casi ciento diez años de muerto, Isaacs sigue recobrando el paraíso y diciendo: “María soy yo”.



La búsqueda del paraíso

Por Alonso Aristizábal
Revista Diners, diciembre de 2003

Este libro escrito con admirable transparencia corresponde al esfuerzo más representativo que se ha hecho en busca de la biografía de Isaacs. Es un paso importante para vencer el mito que ha rodeado a este romántico colombiano. Precisamente él sufría por el hecho de ser conocido en el exterior y vilipendiado dentro del país. Antes se habían escrito apenas esbozos biográficos en los que se da cuenta de su vida activa de escritor, político y etnógrafo. Pero han faltado investigadores que descubran su mundo. Ésta es una mirada de verdad al personaje, icono de nuestra cultura ante el mundo. Se trata de una obra para lectores corrientes y especialistas que deseen conocer una de las vidas más apasionantes de nuestra historia. Muestra facetas desconocidas como la relación del creador con la heroína que lo inmortalizó y quizá le impidió escribir otra novela. Era un hombre de muchas empresas en medio de su lucha con sus amores imposibles. Otros aspectos importantes: que el proyecto de novela llamado Camilo era sobre Bolívar; y por la relación del vallecaucano con Silva y su hermana Elvira, a él también le afectó mucho la muerte del poeta. El padre de Isaacs llegó de Jamaica tras el paraíso, y después el hijo lo siguió buscando en muchas expediciones, y por eso afirmaba que Colombia estaba por descubrirse.




El paraíso siempre está en otra parte...
Por Aura Lucía Mera
El País, Cali

Qué delicia leerse la biografía de Fabio Martínez sobre Jorge Isaacs. Logra desencasillar al personaje del rótulo de 'escritor romántico' y sensiblero, llanto obligado de toda adolescente colombiana en las épocas en que las jóvenes leían, porque ya vimos que las candidatas de Cartagena, fuera de mostrar siliconas rotundas y sonrisas tiesas no tenían ni idea de cuáles libros había escrito García Márquez ni quién diablos había sido Rafael Núñez. Bueno. Sigo con mi tema. Adolescente que no hubiera llorado con 'aria' a moco tendido, ese amor trágico y puro, de trenzas cortadas y caballo galopando por la pampa solitaria cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche, no era digna de 'merecer'.
Apenas ahora que estoy entrando con paso firme y sin posibilidad de reversa a la etapa de 'adulto mayor' me atrevo a confesar que nunca lloré ni me identifiqué con la novela, la docena de pañuelos que le había robado a mi papá del clóset y alistado para cuando inicié el libro se quedaron intactos e inmaculados hasta el final. La fuerza de la novela la sentí en la descripción de los viajes y los paisajes. Y hasta allí me llegó el interés por Jorge Isaacs, a quien yo también rotulé de romanticón y sensiblero.
Por eso qué delicia la biografía de Fabio. Nos cuenta la historia real de Isaacs, empezando por la de su padre el judío sefardí jamaiquino mister George Henry Isaacs, desde que zarpó en El Alcatraz rumbo a Colombia, tierra de la cual había escuchado en la escuela desde niño que era el paraíso, y posteriormente motivado a ultranza por el Libertador Bolívar, en ese entonces refugiado en la isla caribeña, que en ese país, bañado por dos océanos y enclavado entre valles, montañas y selvas estaba el Edén, su llegada a Colombia, su matrimonio con Manuela Ferrer, la compra de la hacienda que hasta hoy en día lleva el nombre de Manuelita, la adquisición de la Casa de la Sierra y la historia real de ese personaje fuerte, creativo, luchador: su hijo Jorge Isaacs.
Jorge el político federal y democrático. El pionero y defensor de la educación pública. El descubridor de las minas del Cerrejón en La Guajira. El periodista polémico de opinión. El estudioso de la etnolingüística. El revolucionario radical de Antioquia. Hombre íntegro que se batió por sus ideales, que sufrió como nadie los desengaños de la política mezquina, que jamás hizo transacciones ambiguas ni participó en componendas, siendo víctima de calumnias, envidias y maledicencias. El que antes de morir, asqueado de su tierra, desalojado de su paraíso, prohibió que sus restos fueran depositados en este Valle de lágrimas y egoísmos. Antioquia, hasta el sol de hoy guarda sus cenizas.
Confieso que me acabo de enamorar de Jorge Isaacs. Su historia sigue vigente. El Valle continúa fértil en su tierra y mezquino en sus pobladores. Los odios y rencores de antaño siguen siendo los de hoy. Las componendas y trampas políticas ídem. Se puede decir, como afirma Fabio Martínez, que Jorge Isaacs fue «muerto en vida por la sociedad pacata e intolerante de su época», pero que «la vida de ciertos hombres se prolonga más allá de su muerte y así permiten indagar en el pasado para encontrar las claves del futuro...».
Gracias Fabio por resucitar a Jorge Isaacs. Por quitarle la mortaja con que lo envolvió María y mostrarnos en toda su dimensión a este hombre fuerte, lorquiano como «los que doman caballos y dominan los ríos. Aquellos de voz dura que al andar les cruje el esqueleto». Gracias por devolvernos parte de nuestra historia. La historia de este Valle en el que la inmensa mayoría de sus moradores son inferiores a su paisaje. Como le advirtió mister Rutter el viejo comerciante inglés a George Henry Isaacs: «Recuerde amigo que el paraíso siempre está en otra parte...»