Pablo Baal y los hombres invisibles (2003): Comentarios



Los hombres invisibles

Por Alonso Aristizábal
Revista Diners

Ésta es una obra de carácter fantástico sin antecedentes en la literatura colombiana. Aquí se encuentran raíces como las de Borges, Cortázar, Eco y Saramago. Hay que reconocer que hasta ahora ha habido más borgianos en el cuento, y no tanto en la novela. Esta aclaración es importante para hacer notar el mérito de este libro. Otra de sus características literarias es su lenguaje coloquial que hace del texto un diálogo constante. La principal sorpresa del lector es que se trata de una narración afincada primero en la imaginación, en la cual se hace acompañar por muchos seres míticos del pasado como Simbad, Don Quijote y Sancho, entre otros. La novela se vuelve juego y así la puede tomar el lector. Empieza hablando de una sustancia que le da vida a la forma y que se convierte en el objetivo que investiga el personaje. Es un divertimento sobre las entelequias y de qué modo éstas nos determinan, alegoría de la novela misma como proyecto, el saco donde cabe todo según Baroja. Puede ser leída como una reflexión sobre la vida contemporánea. Detrás de ella hay filosofía e incluso semiología. El autor es semiólogo de la Universidad de Québec, otra relación con Eco.

  
Pablo Baal y los hombres invisibles

Por Ignacio Ramírez Pinzón
Portal cultural “Cronopios”

Con la audacia de los sabuesos avezados, el sentido rítmico y matemático de los compositores de sinfonías, pero especialmente el negrísimo buen humor que tanta falta hace en buena parte de la literatura contemporánea, Fabio Martínez ha elucubrado, acometido y cometido esta divertida novela que a la vez que dedo en la llaga de la situación criolla, funciona como banquete para lectores lúdicos o memorando para trascendentales.
La familia Baal es aquí dinastía de la más folclórica y en consecuencia de la más histórica: hombres y mujeres comunes y corrientes en apariencia, van tomando dimensiones de protagonistas, a medida que con la disculpa de la elaboración de un informe sobre ciertas malasangres -que le encomiendan a su cabeza visible los dioses que no se ven pero que están en todas partes-, el autor recorre con magistral sencillez toda la historia caleña, vallecaucana y colombiana, y como tiene la virtud de manejar la ambigüedad con sutileza y tino, se hace universal tanto en la descripción como en la crítica.
La novela me ha hecho feliz porque la he reído de la primera a la última palabra, y también me ha puesto triste porque desde el renglón inicial hasta el final ha suscitado en mí la ventolera de sentirme, como buen colombiano, sujeto de manipulación y humillación, tortura y sicoacoso, por parte de esa calaña sin nombre de los gobernantes, los políticos, los farsantes, los violentos y en general la cálifa de sepultureros que a fuerza de tropel se tornan invisibles.
Cada nombre -Baal, Simbad, Baratilova, Linayocasta, el doctor Ricardo Lobo, la Marquesa de Pance, Jorge “Zoom” Aristizábal, Nadia, el capitán Inocencio Manotas, para sólo mencionar la minoría- lleva latencia implícita de identidades acordes con la tragicomedia nacional.
La trama negra pero rebosante de rosadas claves, logra introducir hasta al mayor de los ingenuos en una historia que sabe que por gracia o desgracia le pertenece, lo mismo que los lugares, las circunstancias, los episodios.
Dicen que Cali es Cali y lo demás es loma. Aquí, en la última novela de Fabio Martínez, Cali es Cali y lo demás es Colombia, porque el narrador tiene la destreza de entrar en recovecos, respirar en calles y rincones y graficar de tan patente tono las atmósferas y las formas de ser de los habitantes de nuestras regiones.
La novela es mapa y es espejo, como el de Alicia, que sirve también de mágico recurso para que el biólogo Baal entre y salga al comienzo y al final, mientras en el trayecto de sus avatares nos mantiene pendientes de su suerte genial, porque a la larga es el único indemne después de tanto trasegar como un funámbulo.

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En la historia, aquí se narra los episodios del 9 de abril, la explosión de Cali, la llegada del hombre a la luna, la toma de la Embajada, el Apocalipsis del Palacio de Justicia, la hecatombe de Armero, todas esas siniestras noticias que como el antiángel de la guarda sí nos desamparan tanto de noche como de día.
Pero en la novela también está presente la rumba, la música, los amores y los desamores, el pandebono y el pandemonium, la cronología de los magnicidios, los ladrones de la luz, los sátrapas del proceso 8.000, los fantasmas que se levantan de sus tumbas para conciertos en los teatros del delirio, y hasta la triste y cándida historia de Tomás Arcángel, un muchacho suicida que pasó de la vida y de la muerte a los predios de la fama, por obra y desgracia de la necesidad de mitos que tienen los hombres y las mujeres acosados por el miedo.
Pablo Baal y los hombres invisibles es una novela audaz, lúdica y divertidora. Pero además, y especialmente, es una novela seria y profunda porque hace visible lo invisible.



La novela de lo inexplicable

Por Marco Tulio Aguilera Garramuño
Revista El hombre y la palabra
Universidad Veracruciana. Xalapa, México.

Pablo Baal y los hombres invisibles (Universidad del Valle, 2003) novela de Fabio Martínez, tardó dos meses completos en llegarme desde Cali a Xalapa. Llegó en un sobre estropeado y con una hipócrita disculpa de correos mexicanos. Se inicia de forma sorprendente, desconcertante, de modo que el lector —este que soy yo— comienza a buscarle un parentesco, para hacerla entrar en alguna lógica: ¿La metamorfosis, Alicia en el país de las maravillas, La invención de Morel? ¿Es novela fantástica, de ciencia ficción, parabólica, filosófica, psicológica, surrealista? Se inicia con el protagonista, de apellido inconfundiblemente diabólico, y su familia en una ciudad de Canadá, llevando a cabo una investigación, meta o patafisica. Se trata de descubrir “el objeto del mundo”. Pablo Baal se descubre perseguido, acosado, contratado, por “los hombres invisibles”, concepto que sólo será aclarado cuando el narrador-protagonista regrese a la ciudad de Cali. Es en esta ciudad donde aterriza la ficción en realidades conocidas, sórdidas, tétricas e implacables: masacres, secuestros, desapariciones, torturas, y sobre todo, el dominio absoluto, omnipresente de “los hombres invisibles”. ¿Quiénes son? Habrá hipótesis que cada lector podrá plantear y sin duda muchos coincidirán en que estas entidades son los que están en todos los rincones de Cali y Colombia, los que todo lo controlan, los culpables de todos los crímenes, los amigos de infancia que se volvieron informadores, los narcos, tiras, paras, guerrilleros, del ejercito o jerarcas de la política, la industria o el comercio.
En este marco conceptual subterráneo y que todos saben o suponen, se narran las diversas etapas de la vida de la ciudad de Cali, desde ser una ciudad idílica hasta convertirse una ciudad invivible, violenta, en la que las familias sobreviven en medio de penas y tragedias y cuya vida se convierte en cárcel: trabajo, casa, y por la noche ver las noticias de las masacres en la televisión. Son básicamente dos cordilleras las que sobresalen en esta novela (¿novela o crónica secreta de una época y una ciudad?): la de Pablo Baal y su investigación y la de la familia de Pablo Baal, en busca de Pedro Baal, hermano ausente, que tipifica la existencia de una comunidad familiar dentro de una selva urbana, que va destruyendo todos los valores, las esperanzas, los vínculos.
La narración tiene un vigor imaginativo desquiciante y desorientador al inicio; con la ambientación en Cali es la realidad la que sustituye esta imaginación: es más poderosa, más terrible la “fábula” de la realidad que la de la excéntrica fantasía del inicio de la novela. La técnica narrativa entrega todo en un bloque: diálogos, acción, reflexión, monólogo, exigiendo al lector atención y creatividad, pero curiosamente no se llega al fárrago ni a la confusión, sino que se impone pronto una lógica en la que uno descubre que en verdad hay en la ortodoxia muchos signos de puntuación que son accesorios: puntos y comas bastan. A veces interrogaciones, nada más.
En esta novela está cifrada gran parte de la historia de la ciudad de Cali durante las últimas décadas del siglo pasado: la muerte de Edgar Mejía, el suicidio de Andrés Caicedo, los escándalos financieros en la Universidad del Valle, los pecadillos y pecadotes de la burguesía, las grandes divisiones norte-sur, barrios ricos-barrios pobres, las universidades, los poetillas y poetastros, “el poetariado”, los Turcos, la Sexta, el mundo de la generación de Alvarado Tenorio, Gardeazábal, las señoras de Vivencias y los capos de guerrilla, paras, ejército y gobierno La ciudad como mito reducida ahora a nicho de supervivencia.
Novela extraña e incalificable, que se lee con las pupilas del espíritu dilatadas por la incapacidad que tiene el lector de hallarle un sitio en el mundo de las casillas. Novela que logra, sin duda, instaurar un gran símbolo, una cifra, la de “los hombres invisibles” que si no explica lo inexplicable —las razones de la situación aparentemente sin salida de Colombia— por lo menos logra un acercamiento poético, una amplísima tipificación, un producto estético tan inexplicable como lo es la Colombia de hoy.