Por Fabio Martínez
En 1941 el profesor
Richard Evans Schultes fue enviando por el gobierno de Franklin Delano
Roosevelt a la selva amazónica colombiana para hacer una investigación sobre la
producción y explotación del caucho. En plena guerra mundial, los gringos
necesitaban con urgencia de este precioso vegetal, para producir llantas de
aviones, neumáticos y botes de desembarco.
Schultes se internó
en la amplia región del Vaupés, y poco a poco se fue distanciando de los
propósitos colonialistas, dedicándose durante doce años, a vivir con las tribus
indígenas y a recopilar plantas sabias y medicinales de la región, como la hoja
coca y el curare. A su regreso a su país, el etnobiólogo tendría problemas con
el gobierno de su país.
En 1974 los
antropólogos Wade Davis y Tim Plowman, discípulos de Schultes, harían el mismo
viaje al corazón de las tinieblas donde, aparte de continuar el estudio de las
costumbres de los aborígenes, descubrieron, entre otras cosas, el poder del
curare, que resucita muertos. Tim murió de sida en 1989 truncándose así una
valiosa carrera como antropólogo. Davis, entonces, comenzó a escribir su
experiencia por las selvas colombianas. El resultado de esto fue el libro El Río editado por el Banco de la
República y El Áncora Editores, 2001 y traducido por Nicolás Suescún.
El
Río
es una excelente crónica de carácter científica, dedicada al maestro y al
compañero de viaje, escrita con el vértigo con que se debe escribir una buena
crónica. En El Río, Davis descubre el
país ignorado de la selva, hasta ahora expoliado y saqueado por los diferentes
gobiernos de turno.
En 2007 el cineasta caucano
Antonio Dorado, siguiendo los pasos de Schultes, Davis y Plowman se metió a la
selva colombiana con un equipo de producción cinematográfica, y produjo uno de
los documentales más bellos sobre la región: Apaporis.
Apoyado en una
investigación previa realizada por Cecilia Orozco y Ómar Dorado, el documental
muestra la belleza extraordinaria de esta región, así como los ritos y costumbres
de las etnias barazanos, cubeos, caviyarís, makunas y tanimukas, que ante la
agresión del hombre blanco, continúan resistiendo.
Para los aborígenes
del río Apaporis, el centro del universo se encuentra allí. Su cosmovisión
destaca la importancia de las plantas y de los animales, como el curare y el
jaguar, que han sido amenazados por el colono invasor y por los grupos alzados
en armas. Conscientes de que no pueden ignorar el mundo occidental, sus sabios
proponen que, para que exista un equilibrio en el mundo, se debe establecer una
relación de horizontalidad entre Occidente y los pueblos antiguos que aún
existen.
Dorado llevó entre su
mochila las fotos que había tomado Schultes en los años cuarenta, y al
mostrárselas, éstos reconocieron a sus antepasados, y a su vez, se
reconocieron. A los habitantes del Vaupés ya no les aterra, como antiguamente,
el flash de una cámara fotográfica o de cine. De una u otra manera, ellos
también han sido permeados por la modernidad; pero con la diferencia de que no
aceptan y se oponen a una segunda vorágine sobre la tierra.
Los habitantes de la
región del Guaviare, Vaupés, Caquetá y Amazonas, por donde pasa el majestuoso
río Apaporis, saben que el centro ecológico y espiritual del mundo está en el
Amazonas, y que por esto mismo, hay que protegerlo de sus predadores.
El documental de
Dorado se distancia de la mirada ominosa de la selva, y nos entrega un trabajo
bello acerca de una región y de un pueblo que sólo han sido tenidos en cuenta
para colonizarlo y explotarlo.