Guido Tamayo, Fabio Martínez y Antonio Correa Losada |
El Escritor y la bailarina
Por Guido Tamayo
Lo primero que es necesario reconfirmar, al acabar de leer este libro de
relatos, es que Fabio Martínez es un escritor, un animal moribundo —para
parafrasear a ese otro animal moribundo, Philip Roth—; es decir, un hombre que
imagina, recuerda y de ello hace ficciones.
La imaginación de Martínez, de forma evidente, tiene que ver con su tiempo,
el tiempo de su formación sentimental e intelectual en la Cali de los años setenta,
primordialmente, y las de los ochenta en su viaje de aprendizaje a Europa. De
ambas experiencias y, por supuesto, de sus lecturas preferidas y de su mirada a
este presente descuadernado, atípico y antiutópico, nacen los cuentos que
conforman este libro. La mirada del autor sobre el mundo que recrea está
tamizada por una sabiduría: la del humor. Es difícil hallar un relato en donde
no brille la picardía, el guiño al lector, la broma abierta o la sátira con
nombres propios. El humor le otorga, entonces, a estos relatos un tono, una distancia
crítica e inteligente, una actitud antisolemne. El pasado aparece como una
aventura iniciática: las calles, los bares, la música, la sensualidad de una Cali aún no mancillada por
los caballeros del narcotráfico y por lo tanto, hermosa, espontánea, casi idílica, si no fuera porque
Fabio Martínez, no cree en el paraíso terrenal. Años después —parafraseando
esta vez a “Gabo”—, ese mismo paisaje será más infernal.
Y ahora, en este presente soso, los amigos de antaño se reúnen para intentar
recobrar lo imposible: la felicidad de los viejos tiempos, pero terminarán en un
burdel de la ciudad reiterando un rito ya un tanto aburrido, casi
desestimulante como sucede en el cuento titulado “Hasta el fin de la guerra”.
Un relato sobre el doloroso ejercicio de la nostalgia.
Uno de los dardos más atinados en estos cuentos, de los varios lanzados en el
libro, va dirigido hacia las relaciones de pareja: el matrimonio es un
escenario secundario, renunciable, no equiparable al del bar, más libre y
sugestivo, como leemos en “Busco apartamento con bar incluido”. En los relatos
“Los ensayistas del parque del perro”, “La noctámbula”, “La novia de Nosferatu”
y “la joven”, la pedantería intelectualoide, la libertad sexual, la intromisión
maniaca de los celos, hasta la inocencia, son tropiezos poderosos para realizar
la tan esperada estabilidad sentimental que, como un espejismo, buscan las
parejas.
Este conjunto de cuentos está atravesado por una insatisfacción, como
decía, permeada por el humor y por otro elemento central: la imaginación que
corre a instalarse en los territorios de la fantasía, la ciencia ficción y
cierto decorado gótico. “Un gato ha entrado a mi sueño”, “Strobe light”,
“Ataúdes de terciopelo azul” y “La mujer y los lobos” se desarrollan en un clima
fantástico que habla con precisión sobre las estrechas limitaciones de la
realidad. La soledad, la violencia, la inefable búsqueda del amor, el paso del tiempo.
Comentario final merece la figura del escritor y sus controversias con el
mundo. Fabio Martínez conoce muy bien la
patética vanidad de los hombres de letras, su narcisismo compulsivo, su
mendicidad a la hora de acumular aplausos, reconocimientos, elogios del mundo.
Pero también el autor sabe de la otra cara: la soledad de ese individuo frente
a sus textos, sus dudas, su universo cerrado y casi que autista. La marginación
de su oficio, el desinterés de la sociedad por su trabajo, su desconexión vital
con el entorno, en fin, las dos caras de esos animales moribundos que imaginan
e inventan otros mundos. Ser escritor es quizá tener que enfrentarse a esos dos
extremos: el de la soledad y el de la búsqueda, en general dramática, del
reconocimiento. El relato que le da título a este libro, “El escritor y la
bailarina”, plantea este dilema, pero no se enreda en falsas trascendencias
sino que se ríe, se burla de ese afán tan humano y mezquino de ser reverenciado
como autor. El contrapunto honorable de este planteamiento será el del cuento
“La joven”, en la que un discreto (redundancia) corrector de estilo establece una
relación amorosa con una joven lectora. No sé si sea este el destino que nos
deparará el tiempo, pero será bienvenido.