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M. Ángeles Vásquez, Fabio Martínez y Consuelo Triviño |
Entre
lo cómico y lo trágico
Por Consuelo Triviño y M. Ángeles Vázquez (Madrid)
Revista Omnibús
El escritor y periodista
colombiano Fabio Martínez (Cali, 1955) se encuentra de visita en España. Ómnibus
le entrevista y presenta su obra cuentística y su reciente novela Pablo Baal
y los hombres invisibles en la sala Artépolis de Madrid.
ÓMNIBUS: Con dos libros de cuentos y dos novelas publicadas, además de su
biografía de Jorge Isaacs y sus ensayos, usted hace parte en Colombia de la
llamada Generación de los nacidos en el 50, del "Frente Nacional", o
"Desencantada", como la designara el crítico Isaías Peña. ¿Qué
opinión le merece este grupo de escritores que recoge usted en una antología de
cuento?
FABIO
MARTÍNEZ:
El panorama social y político de los años setenta no era el mejor en América
latina. Mientras en el sur del continente, se instauraban las dictaduras
militares sangrientas, en Colombia se vivían los tiempos del Frente Nacional,
donde el partido conservador y el liberal se repartían el poder. Cualquier
oposición a este esquema binario era reprimido con la desaparición y la
tortura. Eran los tiempos oscuros del Estatuto de Seguridad. Pienso que este
contexto social en el que se formó la generación del 50 dio pie para que el
crítico colombiano Isaías Peña Gutiérrez nombrara a este grupo de escritores,
como la generación desencantada.
Es cierto. Nuestra generación, formada en el contexto del boom literario latinoamericano, creía en la utopía; pero dicha utopía se fue desvaneciendo con los años. En aquellos tiempos, leíamos y nos nutrimos de Juan Rulfo, García Márquez, Borges,Vargas Llosa y Julio Cortázar. Éramos, literariamente, una generación encantada.
Pero por la fuerza de los acontecimientos pasamos de cierta manera a ser una generación desencantada. Este contexto complejo dio pie en Colombia y en América latina para que se produjera una generación rica, múltiple
y variada, que después del boom se fue poco a poco posicionando en el contexto internacional. La riqueza de esta generación me permitió producir la antología Cuentos sin cuenta (Editorial Univalle) donde se reúnen a los principales exponentes de esta generación en Colombia. Allí están Eduardo García Aguilar, Julio Olaciregui, Juan Diego Mejía, Roberto Rubiano, Sonia Truque, Evelio Rosero, Harold Kremer y Consuelo Triviño, entre otros.
Es cierto. Nuestra generación, formada en el contexto del boom literario latinoamericano, creía en la utopía; pero dicha utopía se fue desvaneciendo con los años. En aquellos tiempos, leíamos y nos nutrimos de Juan Rulfo, García Márquez, Borges,Vargas Llosa y Julio Cortázar. Éramos, literariamente, una generación encantada.
Pero por la fuerza de los acontecimientos pasamos de cierta manera a ser una generación desencantada. Este contexto complejo dio pie en Colombia y en América latina para que se produjera una generación rica, múltiple
y variada, que después del boom se fue poco a poco posicionando en el contexto internacional. La riqueza de esta generación me permitió producir la antología Cuentos sin cuenta (Editorial Univalle) donde se reúnen a los principales exponentes de esta generación en Colombia. Allí están Eduardo García Aguilar, Julio Olaciregui, Juan Diego Mejía, Roberto Rubiano, Sonia Truque, Evelio Rosero, Harold Kremer y Consuelo Triviño, entre otros.
OM: La literatura colombiana de los últimos tiempos parece estar saturada de
temas relacionados con la violencia y el narcotráfico, e inclinarse en
consecuencia por el género policíaco. ¿Gamboa y Mario Mendoza sin duda triunfan
con sus temáticas? ¿Los ha leído?
FM: Desde la
novela Viento seco, publicada en los años 40, en Colombia se ha venido
produciendo una literatura llamada de la "violencia". Luego, en los
años 60 proliferaron los cuentos y novelas de la violencia. Después, en los
años ochenta y noventa, asistimos a un nuevo auge sobre esta temática.
Quizás, esta inclinación de los escritores colombianos por la temática de la violencia, se deba a nuestra compleja situación del país. Para parafrasear a Sábato, los escritores creamos sobre nuestras realidades que nos han visto parir y crecer. Pero toda la literatura de la violencia no es buena. En los tiempos de García Márquez se produjeron toneladas de novelas que chorreaban sangre desde el primer párrafo hasta el último. Después de un balance riguroso, lo único que queda son los cuentos de Gabo y su novela El coronel no tiene quien le escriba. Hoy, está sucediendo lo mismo. Debido al narcotráfico y a la guerra que se viven en Colombia, todo el mundo quiere escribir novela sobre 'narcos' y sicarios. Pero realmente lo mejor de esta época se puede contar con los dedos en la mano
Quizás, esta inclinación de los escritores colombianos por la temática de la violencia, se deba a nuestra compleja situación del país. Para parafrasear a Sábato, los escritores creamos sobre nuestras realidades que nos han visto parir y crecer. Pero toda la literatura de la violencia no es buena. En los tiempos de García Márquez se produjeron toneladas de novelas que chorreaban sangre desde el primer párrafo hasta el último. Después de un balance riguroso, lo único que queda son los cuentos de Gabo y su novela El coronel no tiene quien le escriba. Hoy, está sucediendo lo mismo. Debido al narcotráfico y a la guerra que se viven en Colombia, todo el mundo quiere escribir novela sobre 'narcos' y sicarios. Pero realmente lo mejor de esta época se puede contar con los dedos en la mano
No digo que la
temática sea mala. En arte y literatura, poco importan las temáticas. Lo que
importa es la calidad literaria, la dimensión simbólica de la obra.
Pienso que este período 'violentólogo' de la literatura colombiana, en la medida en que se depure va a dar, inevitablemente, como ya está sucediendo, al desarrollo de la novela negra y de la novela policíaca.
Pienso que este período 'violentólogo' de la literatura colombiana, en la medida en que se depure va a dar, inevitablemente, como ya está sucediendo, al desarrollo de la novela negra y de la novela policíaca.
Frente a los
escritores Santiago Gamboa y Eduardo Mendoza pienso que son dos escritores de
gran calibre que prometen mucho. Pero como pasa con la literatura, ellos tienen
sus altibajos.
La novela Satanás
de Mendoza ganó el Premio Biblioteca Breve de España, y sin embargo no es lo
mejor del escritor bogotano. Yo diría que es una novela negra que tiene fuertes
problemas técnicos. ¿Por qué la premiaron en España? ¿El gancho del asesino del
restaurante Pozzeto de Bogotá les interesó a los editores por razones
comerciales? No sé cuáles fueron los argumentos del jurado, pero Mendoza tiene
mejores novelas como Scorpio city, por ejemplo.
En cuanto a Gamboa, Perder
es cuestión de método es una novela realista, bien escrita, que se
sobredimensionó cuando se convirtió en película. Esto mismo pasó con la novela Rosario
Tijeras de Jorge Franco. Este fenómeno, que escapa al autor, es nuevo.
Independientemente de que la literatura se lleve al cine, el buen escritor debe
saber que su responsabilidad ante el lector, es escribir buenas obras
literarias.
OM: Usted es un novelista ameno, divertido y
mordaz. Estas parecen ser las características del microrrelato que parece
llevar a su ficción novelesca. ¿Podría establecer una relación entre los
cuentos de Del amor inconcluso y su novela Pablo Baal y los hombres invisibles?
FM: Pablo Baal y
los hombres invisibles la escribí enamorado y en plena fuerza
creativa. Los microrrelatos Del amor inconcluso se escribieron en un
momento de crisis creativa y afectiva. Por esto son incompletos; como el amor.
Es el lector quien deberá completarlos.
Mi tendencia al humor
y a la ironía la heredé de la picaresca española. Allí está consignada la
lectura temprana que hice de El lazarillo de Tormes y de la fecunda obra
de Quevedo. El Quijote de Cervantes no solo es la gran obra de la lengua
española, sino una de las grandes obras que se hayan escritas con humor.
Lo que sucede es que a la humanidad parece que le gusta más la tragedia. Por esto, podemos afirmar que humanidad tiene cierto espíritu masoquista. Pero el humor, cuando se trabaja sin chabacanería, produce resultados extraordinarios en la imaginación del lector. Autores hispanoamericanos que trabajan con el humor: Miguel de Unamuno, Augusto Monterroso, Julio Cortázar y Alfredo Bruce Echenique.
Lo que sucede es que a la humanidad parece que le gusta más la tragedia. Por esto, podemos afirmar que humanidad tiene cierto espíritu masoquista. Pero el humor, cuando se trabaja sin chabacanería, produce resultados extraordinarios en la imaginación del lector. Autores hispanoamericanos que trabajan con el humor: Miguel de Unamuno, Augusto Monterroso, Julio Cortázar y Alfredo Bruce Echenique.
OM: Especialmente en sus microrrelatos el universo femenino ocupa un lugar
predominante que es desmenuzado por desde diferentes y curiosas perspectivas
¿cuál es su relación literaria con las mujeres?
FM: No ha sido
fácil abordar lo femenino en mi obra. Seguramente, porque lo femenino es
complejo e inabarcable. Aunque no inabordable. Lo femenino comienza en mi obra
con la construcción del personaje Tiresias, que simboliza la naturaleza de la
mujer mestiza colombiana. Pienso que soy un escritor edípico. Escribo desde mi
género masculino. No podía ser de otra manera. Si no, me traicionaría a mí
mismo. Por esto, en ciertos pasajes de mi obra, pataleo con las heroínas
femeninas y las trato con cierto desparpajo.
OM: Su última novela hace honor al género fantástico, ¿le parece que es la
forma más eficaz de narrar un país tan dado a la fantasía como Colombia?, me
refiero a esa tendencia a dejarse envolver por la "magia" y el poder
del dinero que hizo que mucha gente cayera en la garras de la mafia,
particularmente en ciudades como Cali y Medellín, cuna de capos.
FM: Pablo Baal es la
metáfora de los hombres invisibles que quieren destruir el país. Son los
crápulas que se esconden para lanzar la bomba o cometer un magnicidio. Si elegí
lo fantástico es porque pienso que el realismo ya cumplió su ciclo. Sin
demeritar que desde Balzac se han escrito grandes novelas realistas, pienso que
lo fantástico le abre al lector una dimensión mucho más amplia y sugerente.
En América latina se siguen escribiendo novelas realistas con las técnicas del siglo XIX. Verbigracia, Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa. No sé por qué en nuestro continente continúa prevaleciendo esta tendencia. Quizás, esto se deba a que nuestra realidad es demasiado apabullante. Pero separarse de lo real es fecundo y sano. En América latina tenemos que indagar en otros universos imaginarios. Como lo hizo Huidobro en los años veinte; como lo hizo García Márquez con Cien años de soledad. La literatura no solo debe ser un espejo de la realidad. Debe ser también un caleidoscopio de lo imaginario y lo fantástico. Para parafrasear a Jim Morrison, lo fantástico te abre las puertas de la imaginación.
En América latina se siguen escribiendo novelas realistas con las técnicas del siglo XIX. Verbigracia, Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa. No sé por qué en nuestro continente continúa prevaleciendo esta tendencia. Quizás, esto se deba a que nuestra realidad es demasiado apabullante. Pero separarse de lo real es fecundo y sano. En América latina tenemos que indagar en otros universos imaginarios. Como lo hizo Huidobro en los años veinte; como lo hizo García Márquez con Cien años de soledad. La literatura no solo debe ser un espejo de la realidad. Debe ser también un caleidoscopio de lo imaginario y lo fantástico. Para parafrasear a Jim Morrison, lo fantástico te abre las puertas de la imaginación.
OM: Su personaje debe abandonar el país debido a las amenazas que recibe,
pero regresa para desentrañar el misterio de la muerte de su hermano. Su viaje
es una especie de inmersión en el paraíso perdido de la infancia, en un espacio
romántico como el de los personajes de la novela de Jorge Isaacs, a quien usted
rinde un homenaje en esta novela. ¿Colombia perdió el paraíso? ¿Podrá
recuperarlo alguna vez?
FM: Mi novela es
una búsqueda por rescatar la memoria de un país, que infortunadamente perdió el
rumbo en los últimos cincuenta años.
En la segunda mitad del siglo XX, Colombia como América latina han vivido en un laberinto social. Son países con un enorme potencial económico y humano, pero que debido a la intromisión constante de Estados Unidos, no han podido encontrar su propio rumbo. A esto se suma, las grandes distancias sociales que son fomentadas por las burguesías locales y los gobiernos de turno.
En la segunda mitad del siglo XX, Colombia como América latina han vivido en un laberinto social. Son países con un enorme potencial económico y humano, pero que debido a la intromisión constante de Estados Unidos, no han podido encontrar su propio rumbo. A esto se suma, las grandes distancias sociales que son fomentadas por las burguesías locales y los gobiernos de turno.
En plena era de la
globalización, nuestros países son endogámicos, se siguen mirando demasiado el
ombligo. Por esto, mi novela pone sobre el tapete cincuenta años de
intolerancia y violencia.
OM: La tía Tiresias, esa especie de campesina de ascendencia güambiana que
parece que se las sabe todas, ¿está inspirada en algún personaje cercano a
usted, o es un homenaje a la sabiduría ancestral de nuestros más auténticos
personajes populares?
FM: El personaje
Tiresias está inspirado en las siete tías que tuve y que junto con mi madre me
criaron en el barrio san Antonio. La tía Tiresias es ciega, pero tiene el don
de la videncia, para poder ver que todos y todas estamos ciegos. Es la síntesis
simbólica de mi familia y representa el legado de la mujer mestiza colombiana,
que con su sabiduría popular ha ayudado a construir un país, que pese a sus
conflictos seculares, es supremamente rico, loco y maravilloso.
OM: En su novela no sale muy bien librada la intelectualidad de izquierda que
optó por la lucha armada, contribuyendo al caos en el que parece sumirse el
país que de alguna manera sirve de fondo a su ficción, es decir, nuestra
maltrecha patria, atravesada por fuegos enemigos…
FM: En la novela,
los personajes Pedro Baal, Marta Miranda, Estrombolis y Bellini pertenecen a la
izquierda colombiana de los años setenta y ochenta. O sea que pertenecen a una
izquierda mesiánica que sufrió los rigores de la persecución y de la cárcel.
Allí, por ejemplo, se narra el encarcelamiento de Marta, que con su canto se
libera de un mundo opresivo. Pero también, se cuenta la historia de los
militantes de izquierda, que a las primeras de cambio, se pasaban al partido
liberal y se vendían por un puesto en el gobierno. Este es el caso de
Estrombolis y Bellini.
Finalmente, está el
antihéroe, Pedro Baal, que pasa por todos los grupos de izquierda, aparece en
la toma del Palacio de Justicia, y finalmente termina involucrado con los
hombres invisibles.
Como usted puede ver,
la izquierda no ha sido pura. O, para decirlo con otras palabras: ser de
izquierda no garantiza una pureza moral. Si la garantizara, sería una secta
religiosa. Y creo que algo de esto hubo en la militancia de los años setenta.
La novela cuenta la vida de una generación con todas sus esperanzas, sus
fracasos y sus desatinos.
OM: Las referencias cultas son una constante en su obra, ¿qué tipo de lector
busca o espera para su literatura?
FM: Las
referencias cultas en mi obra se derivan del hecho de que siempre he sido ante
todo un lector. Escribo porque leo; aunque debo confesar que a veces escribo
porque bebo.
Pienso que el
escritor que solo confíe su acto creativo a la inspiración está destinado al
fracaso. En un mundo lleno de información y de saberes, el buen escritor debe
informarse, y sobre todo formarse. Leer, leer y leer debe ser la máxima de un
escritor juicioso.
En relación con el
lector, yo nunca estoy en el plano de encontrar el lector ideal. El lector
ideal no existe. Es un mito. Lo que sucede es que a veces los escritores
subvaloramos a nuestros lectores. Mi obra puede ser culta, entre comillas; sin
embargo, cuando he leído mis textos en comunas y barrios populares, me he
encontrado con grandes sorpresas insospechadas. A veces, uno cree que la obra
no llega al lector silvestre; pero justamente, debido a que la materia prima de
la literatura es la sensibilidad, la obra llega con más fuerza a estos
lectores. En otras ocasiones, tu obra
pasa por las manos de un académico, y como buen matasanos, la abre, la diseca y
la mata. Sorpresas te da la vida,
dice una canción de Rubén Blades.
OM: Aunque la describe en su obra, nos gustaría que les explicara a nuestros
lectores cuál es su poética.
FM: Mi poética es
trágico-cómica, como es este siglo que apenas comienza.