![]() |
Cruz Kronfly |
Por Fabio Martínez
La metáfora de la
luz, que desde la revolución francesa con su filosofía humanista, iluminó al
mundo durante los dos siglos siguientes, hoy parece cuestionada por las
múltiples circunstancias adversas en que vive el hombre de nuestro tiempo. El
progreso material y espiritual que se anunciaba con bombos y platillos desde la
revolución industrial, con Voltaire, Diderot y los enciclopedistas, hoy no es
más que un canto de sirenas ante un mundo incierto, fugaz y profundamente
bélico. El progreso anunciado desde la segunda mitad del siglo XVIII parece que
fue sólo eso: un mito del progreso.
Este es el contexto
en que se inscribe el último libro del escritor Fernando Cruz Kronfly, titulado
La derrota de la luz. Ensayos sobre modernidad, contemporaneidad y cultura
(Programa Editorial de Univalle).
En este ensayo, que
es la continuación de una reflexión propuesta en sus dos libros anteriores: La
sombrilla planetaria (1995) y La tierra que atardece (1998), el
escritor retoma las diferencias que existen
entre la individuación y la autonomía.
La individuación,
afirma, es propia del cristianismo, que nos enseñó a confiar en un dios externo
a nosotros, en el cultivo de la culpa y la expiación del pecado, y en la
esperanza de que después de la muerte, existía un mundo mejor.
Este espíritu de
individuación cristiana, pese a que fue derrotado por la filosofía humanista,
aún perdura en el sentimiento del hombre contemporáneo.
La autonomía fue un
principio de la modernidad que depositaba todas sus esperanzas en el hombre
nuevo, culto, ilustrado, civilizado y justo.
Durante el periodo de
la modernidad, la idea del hombre cultivado se desarrolló hasta las últimas
consecuencias. La imagen omnisapiente del hombre de letras iluminó no solo las
bibliotecas y las tertulias literarias sino también los pasillos de los
palacios presidenciales.
Pero esta idea de que
la cultura iba de la mano armónicamente
con la del progreso de la sociedad, se vino al traste con el ascenso del
nazismo en Europa Occidental y el ascenso del estalinismo en Europa Oriental y
China.
Con las fieras del
nazismo y el estalinismo, que dejaron millones de muertes en los campos de
concentración de Auschwitz y Siberia, el
mundo comprendió que la cultura no era suficiente para detener la bestia
humana. Dicho en otras palabras, la cultura por más altruista que sea no es garantía para ponerle freno a la
barbarie.
A partir de allí, la
promesa del hombre nuevo, ilustrado y justo, se vino abajo, y comenzó a
engendrarse en el espíritu humano, un sentimiento pesimista, negativo, que hoy
campea desde el Medio Oriente hasta América latina.
Uno de esos
sentimientos negativos es la envida que hace parte de la subjetividad moderna,
y que debido a que es un sentimiento de inferioridad, de debilidad mimética
frente al otro, no crece ni deja crecer al individuo y a la sociedad.
Pero las
consecuencias posmodernas no se quedan sólo en la exacerbación de los
sentimientos primarios, como son el odio, el resentimiento y la envidia, sino
que van más allá de un sentimiento personal y subjetivo.
En su lúcido ensayo,
Cruz Kronfly plantea que debido a la extremada racionalización tecnocrática de
la sociedad, el pensamiento humanista, y por lo tanto, la cultura y la
literatura fueron quedando rezagados de la maquinaria ‘espiritual’ de la
sociedad. El reino omnipresente de los mass
media contribuyó a aplastar aquella
idea del hombre nuevo, culto y justo.
Si la modernidad
proponía la idea de un hombre nuevo, la posmodernidad planteará la idea de un
hombre funcional. Si la religión de la modernidad era el hombre, la
posmodernidad ha vuelto a los neomisticismos con el feng shui, las velas
azules y la “energía positiva”. Si la modernidad proponía la idea de un hombre
culto y justo que se construía en relación con el otro, la posmodernidad con la
Internet, los blogs y las cirugías plásticas tendrá como plato principal
la cultura hedonista. Si la modernidad pensaba en un espacio de paz y justicia
para el desarrollo del hombre nuevo, la posmodernidad propone el cinismo ético,
la guerra y la injusticia humana.
En la época actual
-parafraseando a Nietzsche- ya no somos “humanos, demasiado humanos” sino que,
bordeando los límites del abismo que nos sugiere la guerra real y la guerra
mediática, hemos perdido nuestra conciencia metamorfoseándonos -como Gregorio
Samsa- en seres inhumanos.
¿Cómo volver al
humanismo? En la Derrota de la luz Fernando Cruz Kronfly nos propone que
debemos volver a enfilar baterías y hacer resistencia cultural.