Fabio Martínez y Oscar Collazos |
El espejo siniestro de nuestra historia
Por Hernando Urriago Benítez
Gaceta. El País, Cali, julio de
2007
Una de las facetas de la novela contemporánea que
resulta más grata al lector es la incursión del discurso ficcional en el tejido
de la Historia. De esa Historia escrita con mayúsculas en tanto que gran relato
surgido como ciencia positiva en el siglo XIX, y que, según anota Álvaro Pineda
en La esfera inconclusa: novela colombiana en el ámbito global, “está basada en
la creencia de que es necesario ‘recorrer en sentido inverso la línea del
tiempo’ que nos separa del pasado, para llegar a la ‘realidad’ de la época que
nos interesa conocer”.
En el seno del siglo XIX también nace la novela
histórica, de cuyas noticias da cuenta el húngaro Georg Lukács. Para él, la
novela --que representa la epopeya de un mundo sin dioses como es el de la
Modernidad—dialoga desde la ficción con la historia, no para describir
extensivamente un universo del pasado sino para representar los “determinantes
esenciales” que trazan los meandros de la condición humana. En esa búsqueda, el
novelista se enfrenta al discurso histórico para redescribir un instante en el
tiempo e interrogar las causas y las consecuencias que determinan la andadura
de esa condición humana, de sus conflictos, sus ambientes y costumbres.
Hoy bien sabemos que la ficción literaria que deviene
en ficción novelesca de la historia se ocupa, sobre todo en Latinoamérica, de
“seguir escribiendo, escribir en contra, reescribir y volver a escribir” la
historia oficial mediante procesos de carnavalización o parodia, como sugiere
Carlos Rincón en La no simultaneidad de lo simultáneo… Los colombianos, por
ejemplo, podemos volver a la historia que la novela complementa, gracias a la
representación de Bolívar o de Gaitán en las ficciones de El general en su
laberinto, de GGM, y de El crimen del siglo, de Miguel Torres, o caminar por
los callejones lluviosos y tropicales de ciudades como Tunja o Cartagena en el
espíritu de El carnero y de El amor en los tiempos del cólera.
La oportunidad que en el mismo sentido ofrece
Balboa, el polizón del Pacífico, la más reciente novela del escritor, profesor
y ensayista Fabio Martínez (Cali, 1955), es la de construir una ampliación
icónica de un instante de nuestra realidad como latinoamericanos a través de la
recuperación de las figuras de Vasco Núñez de Balboa y de Gonzalo Fernández de
Oviedo. De ambos tenemos referentes reales: sabemos que el primero arribó en un
tonel de vino a esta América agreste y agradecida, y que avistó la Mar del Sur
en los ojos de Ponquiaco para luego fundar Santa María La Antigua en la selva
del Darién que desdentó y mató a tantos conquistadores; del segundo nos cuentan
que viajó de España a América una y otra vez en calidad de veedor, gobernador
y, especialmente, cronista, llegando a escribir sin excesos retóricos obras
como Historia general de las Indias y el libro de caballerías Don Claribalte,
en 1519.
Tanto Balboa como Oviedo están en la novela de
Martínez viviendo los conflictos de una época cuyos “determinantes esenciales”
descansan en la búsqueda desenfrenada del oro, en la reinvención de una cultura
trasplantada de la España imperial y vuelta a sembrar entre la ilusión y el
odio en Santa María La Antigua, primera ciudad fundada en tierra firme por los
esbirros del rey Fernando de Aragón. La estrategia empleada por el novelista es
la escritura de una serie de cartas que Oviedo dirige en 1557 al cardenal don
fray García Jofre de Loaysa desde Santo Domingo, en el ocaso de una vida
dedicada –como él mismo anota en las páginas iniciales de la novela— “a la
escribanía de minas, del crimen y del juzgado y a la marcación del hierro de
los esclavos”, así como también a la contemplación de los hombres, de las
plantas y de los animales. Pero se trata igualmente de poner en relación y de
paso reescribir los aciagos sucesos que determinaron la fundación y el acabóse
de Santa María, y de dar fe de los hechos que precipitaron la decapitación de
Balboa a manos de su compatriota Pedrarias Dávila, llamado el furor Domine y
comandante de la Gran Armada que vendría a Castilla del Oro.
La novela logra postular una imagen de la América
del siglo XVI, devastada por la envida, el chisme y la maledicencia que
emergieron como pústulas tras la fiebre del oro en las acaloradas cabezas de
Francisco Pizarro, Rodrigo de Batidas, Alonso de Ojeda, Pedrarias Dávila y Vasco
Núñez de Balboa. En su reconstrucción del pasado para encontrar las claves de
nuestra realidad actual, Martínez-Oviedo levanta, en quince ágiles capítulo y
en un epílogo, los manteles de la historia para descubrir un banquete exquisito
y magro a la vez, donde Balboa termina enamorándose y casándose con la hermosa
princesa india Anayanci, quien dará a luz en el universo de la ficción a Juan
Balboa Chimá, el primer mestizo nacido en América.
En ese banquete podemos paladear, sin intenciones
épicas, en uno tono desencantado y funesto, el vino amargo que para la España
imperial representó la decapitación de Balboa a manos de Pedrarias y la
destrucción de la ciudad que aquel fundara. Escribe Oviedo: “cuando los
españoles caemos en desgracia, un sentimiento de compasión insufla nuestros
espíritus. Entonces es cuando nos volvemos colaboradores hacia el otro, y le
damos la mano al caído y le ayudamos a recuperarse. Pero apenas ese compatriota
se recupera y triunfa ganando una batalla, conquistando un botín o creando un
asentamiento, allí mismo le caemos con todos nuestros fierros hasta verlo en
los mismos huesos. El chisme, la envidia y la maledicencia siempre han animado
a nuestros codiciosos espíritus. La lengua no sólo ha sido el instrumento para
escribir bellos libros de caballería y poemas épicos que han exaltado el
triunfo de nuestros héroes; así mismo ha sido la herramienta perfecta para
despellejar al cristiano y conducirlo a galeras”.
No es difícil, ya en la recepción de la obra y
gracias a la imaginación que en el lector incita la novela de Martínez, ver la
cabeza de Balboa rodando en las tinieblas de la historia al lado de la testa de
José Antonio Galán, el comunero decapitado en la Colonia; y advertir la cabeza
del descubridor de la Mar del Sur como un emblema a vengar en las manos de
Gaitán y del otro Galán y del otro Pizarro-León Gómez, también “decapitados”
por los sucesivos Pedrarias que nuestra historia ha reproducido hasta convertir
a Colombia en una enorme fosa común.
Pero también la novela encierra una esperanza:
violando los límites de la verdad, pero regodeándose en la verosimilitud,
Oviedo-Martínez o Martínez-Oviedo traza la fuga de la viuda Anayanci con su
hijo Juan Balboa Chimá, a quien vemos más tarde casándose con Carmen Mandinga
en Cartagena de Indias e instalándose con ella y su hijo de pelo ensortijado y
de piel aceituna en Santafé, donde sería un hombre de importancia dentro de la
administración del Nuevo Reino de Granada. Somos, en pleno siglo XXI, hijos de
Juan Balboa Chimá, paridos a la historia de un Nuevo Mundo que, como enseña
esta novela, todavía está por fundarse. Y leer nuestras novelas históricas para
reencontrarnos con un pasado que viene a inventar nuestro presente, es una
buena manera de empezar a hacerlo.
Sobre Balboa, el polizón del Pacífico
Por Marcos Fabián Herrera
Periódico virtual
Con-fabulación
Rigor investigativo, seducción y acertada
estructura novelística, confluye esta admirable obra del Escritor Fabio
Martínez. El autor, en una lograda mixtura despliega ficción e información
sobre uno de los más fascinantes personajes de la conquista Española. Martínez
rastrea el atropellado periplo de Vasco Núñez de Balboa, el intrépido hombre
padre del primer mestizo de América. Desde los más enconados embates, refriegas
y batallas, hasta las más ignotas facetas, Fabio Martínez, debuta de manera
airosa en la exigente novela histórica, con este relato épico, que
entreveradamente devela una reflexión sobre el amor y el poder.