Los hombres invisibles
Por Alonso Aristizábal
Revista Diners
Ésta es una obra de carácter
fantástico sin antecedentes en la literatura colombiana. Aquí se encuentran
raíces como las de Borges, Cortázar, Eco y Saramago. Hay que reconocer que
hasta ahora ha habido más borgianos en el cuento, y no tanto en la novela. Esta
aclaración es importante para hacer notar el mérito de este libro. Otra de sus
características literarias es su lenguaje coloquial que hace del texto un
diálogo constante. La principal sorpresa del lector es que se trata de una
narración afincada primero en la imaginación, en la cual se hace acompañar por
muchos seres míticos del pasado como Simbad, Don Quijote y Sancho, entre otros.
La novela se vuelve juego y así la puede tomar el lector. Empieza hablando de
una sustancia que le da vida a la forma y que se convierte en el objetivo que
investiga el personaje. Es un divertimento sobre las entelequias y de qué modo
éstas nos determinan, alegoría de la novela misma como proyecto, el saco donde
cabe todo según Baroja. Puede ser leída como una reflexión sobre la vida
contemporánea. Detrás de ella hay filosofía e incluso semiología. El autor es
semiólogo de la Universidad de Québec, otra relación con Eco.
Pablo Baal y los hombres invisibles
Por Ignacio Ramírez Pinzón
Portal cultural
“Cronopios”
Con la audacia de los sabuesos
avezados, el sentido rítmico y matemático de los compositores de sinfonías,
pero especialmente el negrísimo buen humor que tanta falta hace en buena parte
de la literatura contemporánea, Fabio Martínez ha elucubrado, acometido y
cometido esta divertida novela que a la vez que dedo en la llaga de la
situación criolla, funciona como banquete para lectores lúdicos o memorando
para trascendentales.
La familia Baal es aquí
dinastía de la más folclórica y en consecuencia de la más histórica: hombres y
mujeres comunes y corrientes en apariencia, van tomando dimensiones de protagonistas,
a medida que con la disculpa de la elaboración de un informe sobre ciertas
malasangres -que le encomiendan a su cabeza visible los dioses que no se ven
pero que están en todas partes-, el autor recorre con magistral sencillez toda
la historia caleña, vallecaucana y colombiana, y como tiene la virtud de
manejar la ambigüedad con sutileza y tino, se hace universal tanto en la
descripción como en la crítica.
La novela me ha hecho feliz
porque la he reído de la primera a la última palabra, y también me ha puesto
triste porque desde el renglón inicial hasta el final ha suscitado en mí la
ventolera de sentirme, como buen colombiano, sujeto de manipulación y
humillación, tortura y sicoacoso, por parte de esa calaña sin nombre de los
gobernantes, los políticos, los farsantes, los violentos y en general la cálifa
de sepultureros que a fuerza de tropel se tornan invisibles.
Cada nombre -Baal, Simbad,
Baratilova, Linayocasta, el doctor Ricardo Lobo, la Marquesa de Pance, Jorge
“Zoom” Aristizábal, Nadia, el capitán Inocencio Manotas, para sólo mencionar la
minoría- lleva latencia implícita de identidades acordes con la tragicomedia
nacional.
La trama negra pero rebosante
de rosadas claves, logra introducir hasta al mayor de los ingenuos en una
historia que sabe que por gracia o desgracia le pertenece, lo mismo que los
lugares, las circunstancias, los episodios.
Dicen que Cali es Cali y lo
demás es loma. Aquí, en la última novela de Fabio Martínez, Cali es Cali y lo
demás es Colombia, porque el narrador tiene la destreza de entrar en recovecos,
respirar en calles y rincones y graficar de tan patente tono las atmósferas y
las formas de ser de los habitantes de nuestras regiones.
La novela es mapa y es espejo,
como el de Alicia, que sirve también de mágico recurso para que el biólogo Baal
entre y salga al comienzo y al final, mientras en el trayecto de sus avatares
nos mantiene pendientes de su suerte genial, porque a la larga es el único
indemne después de tanto trasegar como un funámbulo.
2.
En la historia, aquí se narra
los episodios del 9 de abril, la explosión de Cali, la llegada del hombre a la
luna, la toma de la Embajada, el Apocalipsis del Palacio de Justicia, la
hecatombe de Armero, todas esas siniestras noticias que como el antiángel de la
guarda sí nos desamparan tanto de noche como de día.
Pero en la novela también está
presente la rumba, la música, los amores y los desamores, el pandebono y el
pandemonium, la cronología de los magnicidios, los ladrones de la luz, los
sátrapas del proceso 8.000, los fantasmas que se levantan de sus tumbas para
conciertos en los teatros del delirio, y hasta la triste y cándida historia de
Tomás Arcángel, un muchacho suicida que pasó de la vida y de la muerte a los
predios de la fama, por obra y desgracia de la necesidad de mitos que tienen
los hombres y las mujeres acosados por el miedo.
Pablo Baal y los hombres
invisibles es una novela audaz, lúdica y divertidora. Pero además, y
especialmente, es una novela seria y profunda porque hace visible lo invisible.
La novela de lo inexplicable
Por Marco Tulio Aguilera Garramuño
Revista El hombre y la palabra
Universidad
Veracruciana. Xalapa, México.
Pablo Baal y los hombres
invisibles (Universidad del Valle, 2003) novela de Fabio Martínez, tardó dos
meses completos en llegarme desde Cali a Xalapa. Llegó en un sobre estropeado y
con una hipócrita disculpa de correos mexicanos. Se inicia de forma
sorprendente, desconcertante, de modo que el lector —este que soy yo— comienza
a buscarle un parentesco, para hacerla entrar en alguna lógica: ¿La
metamorfosis, Alicia en el país de las maravillas, La invención de Morel? ¿Es
novela fantástica, de ciencia ficción, parabólica, filosófica, psicológica,
surrealista? Se inicia con el protagonista, de apellido inconfundiblemente
diabólico, y su familia en una ciudad de Canadá, llevando a cabo una
investigación, meta o patafisica. Se trata de descubrir “el objeto del mundo”.
Pablo Baal se descubre perseguido, acosado, contratado, por “los hombres
invisibles”, concepto que sólo será aclarado cuando el narrador-protagonista
regrese a la ciudad de Cali. Es en esta ciudad donde aterriza la ficción en
realidades conocidas, sórdidas, tétricas e implacables: masacres, secuestros,
desapariciones, torturas, y sobre todo, el dominio absoluto, omnipresente de
“los hombres invisibles”. ¿Quiénes son? Habrá hipótesis que cada lector podrá plantear
y sin duda muchos coincidirán en que estas entidades son los que están en todos
los rincones de Cali y Colombia, los que todo lo controlan, los culpables de
todos los crímenes, los amigos de infancia que se volvieron informadores, los
narcos, tiras, paras, guerrilleros, del ejercito o jerarcas de la política, la
industria o el comercio.
En este marco conceptual
subterráneo y que todos saben o suponen, se narran las diversas etapas de la
vida de la ciudad de Cali, desde ser una ciudad idílica hasta convertirse una
ciudad invivible, violenta, en la que las familias sobreviven en medio de penas
y tragedias y cuya vida se convierte en cárcel: trabajo, casa, y por la noche
ver las noticias de las masacres en la televisión. Son básicamente dos
cordilleras las que sobresalen en esta novela (¿novela o crónica secreta de una
época y una ciudad?): la de Pablo Baal y su investigación y la de la familia de
Pablo Baal, en busca de Pedro Baal, hermano ausente, que tipifica la existencia
de una comunidad familiar dentro de una selva urbana, que va destruyendo todos
los valores, las esperanzas, los vínculos.
La narración tiene un vigor imaginativo
desquiciante y desorientador al inicio; con la ambientación en Cali es la
realidad la que sustituye esta imaginación: es más poderosa, más terrible la
“fábula” de la realidad que la de la excéntrica fantasía del inicio de la
novela. La técnica narrativa entrega todo en un bloque: diálogos, acción,
reflexión, monólogo, exigiendo al lector atención y creatividad, pero
curiosamente no se llega al fárrago ni a la confusión, sino que se impone
pronto una lógica en la que uno descubre que en verdad hay en la ortodoxia
muchos signos de puntuación que son accesorios: puntos y comas bastan. A veces
interrogaciones, nada más.
En esta novela está cifrada
gran parte de la historia de la ciudad de Cali durante las últimas décadas del
siglo pasado: la muerte de Edgar Mejía, el suicidio de Andrés Caicedo, los
escándalos financieros en la Universidad del Valle, los pecadillos y pecadotes
de la burguesía, las grandes divisiones norte-sur, barrios ricos-barrios
pobres, las universidades, los poetillas y poetastros, “el poetariado”, los
Turcos, la Sexta, el mundo de la generación de Alvarado Tenorio, Gardeazábal,
las señoras de Vivencias y los capos de guerrilla, paras, ejército y gobierno
La ciudad como mito reducida ahora a nicho de supervivencia.
Novela extraña e incalificable,
que se lee con las pupilas del espíritu dilatadas por la incapacidad que tiene
el lector de hallarle un sitio en el mundo de las casillas. Novela que logra,
sin duda, instaurar un gran símbolo, una cifra, la de “los hombres invisibles”
que si no explica lo inexplicable —las razones de la situación aparentemente
sin salida de Colombia— por lo menos logra un acercamiento poético, una
amplísima tipificación, un producto estético tan inexplicable como lo es la
Colombia de hoy.