Por Fabio Martínez
De la vieja
estirpe trazada por los escritores malditos, como Artaud, Baudelaire y
Dostoievski, entre otros, pertenece Alvaro Alvarez, quien desde hace más de dos
décadas vive recluido en los hospitales para enfermos mentales, y en la
actualidad es el protagonista del video-documental, dirigido por Oscar Campo,
y que acaba de ganar el premio Gran Coral, en el XIV Festival Internacional de
Cine de La Habana.
Con el apoyo del Taller de Audiovisuales
de la Universidad del Valle, el trabajo surgió a partir de una investigación
que un grupo de estudiantes hizo alrededor de la idea de realizar un documental
sobre la locura. Y en esa búsqueda que abarcó todo un periplo de visitas y
entrevistas por los hospicios y casas de reclusión mental de la ciudad, se
encontró con la imagen de un hombre lúcido, culto e ilustrado, como si la
locura fuera una forma de lucidez o, para decirlo en otros términos, la
lucidez (cuando es verdadera) fuera una forma de locura. Luego, la programadora
UVTV en asocio con Colcultura, le propuso a Oscar Campo la realización del documental,
y éste apareció por primera vez en el programa "Señales de vida".
Vida en los suburbios de la
locura
Con una cámara intimista que va
consignando los hechos de una manera fragmentada, el documental se inicia con
Alvaro Alvarez en su hábitat, en su contorno familiar: el Cottolengo del padre
Ocampo, un asilo destinado a niños enfermos y abandonados, locos,
exdrogadictos, ancianos y desahuciados. Alvaro, meciéndose en una silla,
mientras se interponen múltiples imágenes en movimiento sobre el lugar, empieza
a contar su historia, y desde un principio, sorprende su grado de lucidez y
reflexión, pues al personaje lo que le interesa es narrar una biografía
polémica y cuestionadora, contada desde su interioridad. Y aunque
continuamente nos esta brindando datos y fechas que en el documento funcionan
como mojones para reconstruir una vida trágica y profundamente dolorosa, el
personaje sabe que lo que en verdad interesa narrar, es el drama interior y
subjetivo. Esto, creo, es lo que determina el tono en el documental, y tanto el
director como la cámara y el sonido, se comprometen hasta las últimas
consecuencias. "Yo estudié el bachillerato y terminé en Santa Librada;
ingresé a la Facultad de Medicina de la UV; por razones de mi conducta sicótica
no pude seguir estudiando; no pude adaptarme a la vida familiar; por esa razón
me tuvieron que llevar a San Isidro". Dice Alvaro Alvarez, mientras la
cámara nos muestra una serie de imágenes que al disolverse, producen una
sensación de condensación, como si fuera un sueño.
Más
adelante, entre la biografía y la autoconfesión, concluye: "Tengo
problemas mentales; es decir, soy médium involuntario o poseso de malos
espíritus".
La ciudad y los
desesperados
Luego,
vemos o mejor aún, escuchamos de Alvarez sus opiniones sobre la sociedad,
mientras una cámara que se está moviendo a velocidades sorprendentes, muestra
la ciudad de los desesperados: peatonos robotizados que cruzan
las
avenidas donde los autos son los reyes de la muerte; hileras infinitas de
desplazados que con sus fardos de basura a cuestas, deambulan por una ciudad
marginado como el lumpenproletariado o las ollas de las grandes ciudades
colombianas.
Es una
subcultura citadina, es un submundo de pasiones secretas...". Y a
propósito de la ciudad, concluye: "Si usted vive en Cali, que es una
ciudad de tipo norteamericana (Cali es como Dallas o Houston), entonces usted
tiene que vivir como un robot, como una máquina computadora. No sabemos sino
trabajar para conseguir plata. Hacemos el amor y tenemos hijos, para que ellos
sirvan al sistema y sigan obedeciendo el orden establecido. Si usted no obedece
las normas morales y culturales de la sociedad, debe marginarse; es condenado
al ostracismo y debe vivir como un hombre del subsuelo; bien sea en las
alcantarillas de Bogotá, Medellín o Cali".
Los alucinados y la
literatura
Pero es
la literatura la que está presente a lo largo de este documental, realizado
bajo las notas dodecafónicas de Arnold Somberg y el saxo dislocado de John
Handy. La gran literatura maldita de la que el protagonista se ufana de conocer
y padecer y, que como buen antídoto, cumple la doble función de avivar y
exorcizar al mismo tiempo el mal.
A lo
Iargo del documental, vemos en Alvarez una sólida y avezada formación
literaria, por donde desfilan grandes obras y autores: El padre Sergio
de León Tolstoi, Memorias del subsuelo de Fedor Dostoievski, El
exilio y el reino de Albert Camus, Las voces secretas de Henry
Michaux y En el camino, de Jack Kerouac. Alvarez los conoce y los repite al pie de la letra y,
como ángel subterráneo que es, está poseído por ellos, "Yo soy como un
personaje de los que describe la literatura soviética. Soy como el padre Sergio
del que habla Tolstoi en su cuento; soy como los personajes del subsuelo de
Dostoievski; soy algo como un ruso mesiánico y un poco trastocado de la cabeza,
del siglo pasado".
Haciendo
una clara referencia a Albert Camus, concluye:
“He
vivido condenado al exilio como los personajes del autor de La peste;
soy un renegado, un espíritu confundido".
J.S. Bach y el imposible retorno
La última
parte del documental es todo un bric an brac, donde el personaje habla
de la fe, de la vejez, y la locura.
Bajo un
primer plano en reverberación y con una hilera infinita de camas que sirve de
fondo, el personaje va haciendo un inventario de su existencia, donde entran
sus juicios críticos sobre la siquiatría y los centros de reclusión mental, las
lecturas realizadas y sus proyectos literarios.
"aquí vivimos un día de difuntos
todos los días. –Afirma.
La música
del Cottolengo es un Tedeum, un trisagio, una misa gregoriana”. Y enseguida, va
recordando
todas sus lecturas, desde que era estudiante del Santa Librada, y se duele de
que los espíritus que lo acosan y no lo dejan vivir en paz, "se la
montan" porque a ellos no les gusta la lectura ni la gente que escribe.
"La
vejez, -concluye- es una tragedia porque uno tiene que renunciar a vencer y a
Iuchar. La locura es una enfermedad espiritual que lo conduce a la miseria y a
la derrota".